La esgrima y la dama
Fue
en el Madrid
galdosiano de 1868, estaba leyendo el libro de
Tolstoi Guerra y Paz. En el sofá
tomándome una botella de brandy esperando a la joven Adela, la chica a la cual enseñaría el
arte de la esgrima toco la puerta y abrí rápidamente. Estaba ansiosa reclamando los servicios del maestro se le veía en sus azules ojos coquetones.
No solo eso; además quiere que le enseñe la
estocada de los doscientos escudos. Y ella me correspondió
sensualmente con uno de los movimientos más efectivos ideados por mí don Jaime Astarloa. Luego fuimos a la cama luego de
tomarnos una botella de brandy encendidos por la pasión, lentamente nos
desprendimos de toda la ropa. Hicimos el amor hasta llegar al éxtasis. Después,
tomamos champán, para conmemorar el momento tan hermoso vivido, luego
preparamos la cena y amanecimos juntos hasta llegar el sol, ella era de tez
morena clara. Sus labios carnosos canela encendían el deseo de cualquier hombre
en esta pecaminosa tierra, y su cuerpo de hembra llamaban al erotismo. Apenas
terminamos, volvía a hacerlo de nuevo, su pasión no tenia limites verla sin
ropa levantaba la pasión. Fue una noche de derroche de tangas y copas, y
cansados del idilio nos refrescamos en la ducha más despacio.
Ayer
por la noche volvimos a tomar una botella de brandy y al mundo donde los duelos ya no se pelean
como caballeros, con la espada en mano, la esgrima sería el cuarto y, en
lugar de salir permanecimos y volvimos de nuevo para amarnos, como siempre con
la misma pasión que mi interior no creía. Como esto ocurría, era evidente, que
me amaba y se había acostumbrado a mis caricias, y mi manera de amarla con
lívido deseo. Así volvía cada noche cada día viciada por el amor sin control de
su cuerpo moreno y caliente que encendía mi pasión hasta estropearme el sueño.
Me levanté, y tome una copa de jerez. Celebré tanto amor desgastado de tanto
sexo me dirigí a la suave cama.
—¿Qué
te pasa? —Me preguntó— ¿Ya estas cansado?
De
amarme ven descansa sobre mi cuerpo conmigo soñaras con las estrellas
Una brisa leve envolvió mi cuerpo y dormí.
Una brisa leve envolvió mi cuerpo y dormí.
—Hola —saludó ella— ¿Vas a desayunar
conmigo, amor?
—Sí.
Quien podría despreciar una botella de jerez y tan bella rosa perfumada como
eres tú mi amor.
Luego
yo le comente que pronto terminarían El general Prim acecha ya al gobierno de
Isabel II y la revolución es el
tema de las tertulias de café.
—Lo
haremos siempre.
La
ciudad de Madrid estaba vacía los hombres de acaballo eran pocos.
Fue una tarde en el
clase de esgrima Adela de Otero
quiere que le enseñe mas recibí su visita con voz melodiosa.
—Hola.
—Cómo has estado
amor?
—Sí. Quieres podría
ir a tu cama después de la esgrima y hablaríamos.
Luego de la
esgrima, tocó todo mi cuerpo y justo cuando la puse sobre el tablón, tocaron la
puerta. Sigiloso me apreste a abrirla y blandí mi espada, un balde agua fría
cubrió mi cuerpo, era el marqués
de los Alumbres me confiaba un sobre lacrado
con documentos de suma importancia. « ¿Por qué yo, Excelencia?», pregunte. «Por
algo elemental, don Jaime. Es usted el único hombre honrado que conozco».
Posteriormente, Luis de Ayala aparece asesinado de un certero tiro de florete
en el cuello. La estocada precisa.
Adela ha desaparecido estoy inmerso en un mar de
confusiones, y presiento lo peor.
Tratando de encontrar una explicación, decidí abrir el
sobre lacrado, que contiene cartas comprometedoras, de traiciones y sobornos.
Estoy obligado a ponerme en contacto con un tertuliano
asiduo, liberal y revolucionario de salón, con cuya ayuda espero encontrar el
sentido de todo esta correspondencia y, por ende, la pista del asesino.
Pero él me avisa del descubrimiento en el río del cadáver de una mujer
desfigurada que, según todos los indicios, puede ser Adela y sé que yo seré el
próximo objetivo.
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